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Blas de Lezo

Podcast sobre Blas de Lezo

Podcast Blas de Lezo, uno de los mejores marinos de toda la Historia

por Por Rosa de los Vientos Podcast

  • Duración: 27 minutos
  • Tertulianos: Juan Antonio Cebrián
  • Sitios nombrados: Pasajes, Guipúzcoa, Cartagena de Indias, Océano Atlántico, Vélez, Málaga, Barcelona, Lima, Génova, Orán (Ver mapa de ubicaciones más abajo)
  • Personajes: Blas de Lezo, Conde de Toulouse, Pirata berberisco Bai Hassan, Pirata inglés Jenkins, Jorge II, Vernon
  • Época: Siglo XVII, siglo XVIII
  • Conceptos nombrados en el podcast: almirante, buques, guardiamarina, Guerra de la oreja de Jenkins, Tratado de Utrech, Las Indias, Guerra de Sucesión Española, alférez de navío, Sitio de Toulon, Oficial de Marina, patapalo, General del Mar

Libros sobre Blas de Lezo

Mapa de ubicaciones sobre Blas de Lezo

Transcripción del Podcast de Blas de Lezo (para personas con problemas auditivos)

Si hablamos de momentos heroicos para nuestra Armada de guerra, sin duda alguna debemos evocar las hazañas, las gestas, el buen hacer de un almirante magnífico, su nombre Don Blas de Lezo, aquel que nació en Pasajes, en Guipúzcoa, el 3 de febrero de 1689 y que pasó a la inmortalidad gracias a su épica, participó en 22 batallas y expediciones, rindió decenas de buques al enemigo y desde luego, jamás le pudieron decir que se humilló o se arrodilló ante nadie. Blas de Lezo es uno de los protagonistas en nuestros Pasajes de la Historia.

 

En demasiadas ocasiones hemos tenido que asumir numerosas derrotas en el mar, acosados por muchas naciones nuestros buques de guerra no siempre salieron victoriosos, y recordando Trafalgar, ese momento en el que se puso fin a la hegemonía española en el Atlántico, testigo que recogieron los británicos, pues ¿por qué no hablar de Cartagena de Indias? de aquella victoria que permitió el trasiego de nuestras rutas marítimas, de nuestros buques por esas rutas marítimas, durante 60 años más. Eran tiempos muy difíciles, en ese siglo XVIII, España estaba sumida en múltiples conflictos bélicos, la firma poco honrosa del Tratado de Utrech de 1713 nos había privado de las posesiones continentales europeas. Mas aún quedaban, aún restaban las americanas, y algunas plazas se convertían en bastiones neurálgicos para la defensa de ese comercio con las Indias.

 

Cartagena de Indias era sin duda alguna la ciudad principal en el continente americano para los intereses españoles, una ciudad bellísima, espléndidamente fortificada, y que iba a dar buena muestra de su valentía, de su heroísmo, en esta guerra que pasó a la historia como la Guerra de la oreja de Jenkins. Un conflicto extraño, olvidado, soterrado por los cronistas y luego explicaremos porqué. Pero volvamos a la historia de nuestro personaje principal, como decimos el 3 de febrero de 1689 Blas de Lezo veía la luz en este mundo en Pasajes, en Guipúzcoa, y muy pronto sintió la llamada del mar. Los vascos han sido grandes marinos, magníficos marineros que han dado momentos vibrantes, momentos cumbre en la historia de España, y en 1701 Blas de Lezo se embarcó, se enroló como guardiamarina, en la flota dirigida, la flota francesa dirigida por el Conde de Toulouse. Al poco, estallaba con total virulencia, la Guerra de Sucesión Española. Españoles y franceses, se iban a enfrentar a ingleses y holandeses por quién debía asumir el linaje dinástico, por quién debía asumir el trono en España.

 

Estatua de Blas de Lezo en Cartagena de Indias, en reconocimiento a su gesta


Y en 1704 Blas de Lezo, muy joven, tuvo, recibió, su bautismo de fuego. Nos encontramos en Vélez, Málaga. Ahí dos flotas cruzan disparos, entablan combate, es un momento muy muy exigente, hay muertos por doquier, y aquí tenemos el primer apunte heroico de Blas de Lezo. Recibe un balazo de cañón. Esa mortífera bala le amputa, le mal hiere una pierna. Los médicos tienen que terminar el trabajo, de seccionar el miembro, y sin anestesia lo hacen, lo realizan. Blas, que apenas tiene 15 años, pues ve cómo su pierna se pierde definitivamente, no profirió un sólo lamento. La audacia, la valentía, el heroísmo demostrado en aquella acción le supuso su primer ascenso, desde entonces alférez de navío.

 

Entre los integrantes de las flotas francesa y española se habla ya de aquella acción, aislada, insólita, frecuente, frecuente por otra parte, en las acciones guerreras de la época, pero el ardor combativo de aquel joven llamó la atención de sus oficiales, y por eso a edad tan temprana fue elevado a la categoría de alférez de navío. Por desgracia no sería la única herida recibida por Blas, que lejos de separarse del servicio, siguió, siguió luchando, siguió guerreando al servicio de su país. Más tarde, en el Sitio de Toulon, una metralla, la esquirla de un proyectil, hizo, provocó el estallido del globo ocular izquierdo, fue tremendo, dicen que el dolor fue como una aguja que se clavó, que se incrustó en su cráneo, pero el muchacho volvió a aguantar el dolor, por la exigencia del momento. Todos permanecieron asombrados, había perdido su pierna, perdía el globo ocular, y aún y así y no quería jubilarse anticipadamente, quería seguir luchando, quería seguir aprendiendo las artes marineras. Finalmente, en el año 1714, se produjo el segundo asedio de Barcelona, y en esta ocasión una bala de mosquete inutilizó uno de sus brazos. Como os podéis figurar, la situación física de Blas de Lezo era más que lamentable, había perdido la pierna, había perdido el ojo izquierdo, había perdido uno de sus brazos, y seguía, seguía en activo, seguía luchando, seguía combatiendo, ya era Oficial de la Marina Española.

 

Desde entonces acumuló sobrenombres, empezó a coleccionar apelativos, sus hombres que confiaban ciegamente en él, le llamaron de todo, siempre cariñosamente, siempre con respeto, pero bueno, fue el tiempo en el que le bautizaron como patapalo o medio hombre. Así le llamaron durante toda su vida. Él lo soportó de forma estoica, aunque dicen que no le gustaba mucho cuando le decían Almirante Patapalo, o el Capitán Medio Hombre. La verdad es que hombre de cuerpo entero, hombre de mente entera, fue Blas de Lezo durante toda su vida, durante toda su actividad militar.

 

En 1723 le encargan una difícil misión, limpiar de piratas y corsarios las costas del Pacífico, una tarea que Blas de Lezo va a asumir, y va a responder con eficacia extrema. Sus buques de guerra se enfrentan con absoluta determinación, a la tarea de limpiar de filibusteros aquellas costas que estaban hostigando, aquellos barcos que hostigaban las latitudes peruanas. Blas de Lezo comienza a gestar una leyenda de invencible, los piratas huyen cuando son conocedores de la presencia de Blas de Lezo y de sus buques. En aquel tiempo, por cierto, se enamora y se casa en 1725 en Lima. La mujer sufrida pues tendría que aguantar las penalidades, todas las incertidumbres provocada por el trabajo tremendo de su esposo. Pero aún y así tuvo tiempo Don Blas para ciertos placeres, para gozar de ciertas inquietudes, la verdad es que era un hombre de buena presencia, de excelente presencia, a pesar de las mellas que iban acunándose en su faz, en su cuerpo, en sus miembros, pero lo soportaba, soportaba con tranquilidad pasmosa tanta herida, tanta rasgadura de sable, tanta esquirla de metralla, tanta bala.

Representación de batalla naval de Blas de Lezo
En 1730 Blas de Lezo regresa a España convertido en General del Mar. Y aquí le encargan otra de esas tareas curiosas, raras, difíciles de asumir para cualquiera, a no ser que éste fuera Blas de Lezo. Le encargan nada más y nada menos que dirija seis buques de guerra hacia Génova. Allí, en uno de sus bancos se encontraban depositados dos millones de pesos, eso era una auténtica fortuna para la época, y eran dos millones de pesos pertenecientes a la Corona Española, pero que habían quedado confiscados por diversos avatares en la República Genovesa. Blas de Lezo tiene que ir a Génova a recuperar esos dos millones, y se planta con sus seis navíos de guerra ante la ciudad genovesa. Blas, poco diplomático, contundente en el trato, siempre rotundo, increpa a los genoveses, les amenaza, y le conmina a devolver los dos millones de pesos so pena de ser cañoneados desde el mar. Los genoveses, más diplomáticos que Don Blas, ceden a entregar esa fortuna, los dos millones son depositados en los buques españoles, y por si fuera poco Don Blas exige que se rinda homenaje, que se rinda honor a la bandera española desde la ciudad, y los genoveses vuelven a ceder. Uno de esos episodios que luego se olvidan, que son muy determinantes a la hora de explicar una biografía tan interesante como la de Don Blas de Lezo. Así que por los dos millones de pesos, Blas de Lezo regresa a España. Dos años más tarde, en 1732, se prepara una expedición punitiva para reconquistar la perdida ciudad de Orán, en la costa norteafricana, los piratas berberiscos de Bai Hassan se encuentran acantonados en Orán. La flotilla dirigida por Blas de Lezo, consigue dar golpes certeros que aseguren retomar la plaza, la perdida plaza de Orán. Hassan escapa con su nave capitana hacia un refugio seguro, un puerto natural protegido por diversos castilletes artillados hasta la copa. Blas de Lezo quiere hundir la nave capitana de Bai Hassan. Sus seis barcos se preparan para entrar en ese puerto, en esa trampa, en esa ratonera. Los piratas enfilan sus cañones hacia la tropa española, pero Blas de Lezo, ignorando el peligro, ordena incursionar en ese puerto, a sangre y fuego los españoles entran en esa protección natural, hunden la nave capitana de los piratas berberiscos y dejan la zona absolutamente desolada, los castilletes derruidos, en ese momento los artilleros españoles se cubren de gloria porque consiguen con certeros disparos derribar las defensas enemigas, es un gran éxito que recorre todo el país. Blas de Lezo ya tiene aureola de invencible, enorme lobo de mar, no teme al peligro, no teme a la batalla, no teme al enemigo por fuerte que este sea.

 

En 1737 es nombrado Comandante General de Cartagena de Indias. Deberá dirigir las defensas de la ciudad ante cualquier amenaza externa. Y esta se iba a producir en 1739, cuando estalló eso que habíamos comentado, la Guerra de la oreja de Jenkins. ¿Por qué se llama así esta guerra?. Muy sencillo, en las costas de Florida operaba un pirata, un corsario llamado Robert Jenkins, que fue interceptado por un guardacostas capitaneado por el oficial Juan de León. Juan de León permitió seguir con vida al pirata, pero eso sí, le amputó una oreja, y tras amputar la oreja le dijo “regresa a tu país y dile a tu rey que como ose acercarse a estas latitudes haré lo mismo con el”. Esto fue considerado una afrenta en el Parlamento Británico y después de saber esa historia los ingleses declararon la guerra a España. Una oreja, la extensión de una oreja, provocó una guerra. En realidad el trasfondo del asunto era bien distinto, Inglaterra deseaba asumir el control de los mares, de los mares atlánticos, y necesitaba una excusa oficial para lanzarse a la guerra, arrebatando a España sus mejores posesiones americanas. Y a tal fin se preparó una magnífica flota, la más vista jamás vista desde los tiempo de la Invencible, aquella que Felipe II lanzó de forma tan fatídica contra las costas británicas en el verano de 1588. Los ingleses abastecieron, pertrecharon una flota de 186 navíos, entre buques de guerra y de transporte. Era una mole de madera, que avanzaba de forma inexorable sobre Cartagena de Indias, el gran objetivo de los ingleses, querían tomar al asalto Cartagena de Indias, y con ello asumir el control de toda aquella zona estratégica hasta la saciedad para el comercio, para el tráfico comercial.

 

En la flota, en aquellos 186 navíos de guerra se situaban 10.000 tropas de asalto, 12.600 marinos, y 1.000 macheteros negros jamaicanos; estos macheteros eran utilizados como vanguardia, casi casi como carne de cañón para las batallas, pero una inmensa tropa, entre esas tropas por cierto estaba el hermanastro de George Washington, el futuro presidente norteamericano. Pues el hermanastro de Washington asumía un cuerpo de milicianos, llegados de las colonias de Inglaterra en norteamérica, y que también iban a participar en la lucha, en la toma de Cartagena de Indias. Como véis, una formación guerrera formidable, casi 25.000 efectivos que se iban a enfrentar ¿a qué?… Hay que decir también que estos casi 25.000 efectivos contaban con el apoyo de más de 2.600 piezas artilleras, que iban a operar desde los buques. Parecía que nadie podría enfrentarse a esta formación, a este peligro, a este ejército, hombres muy avezados, los mejores artilleros del momento, los ingleses, y tropas de asalto muy determinadas a la victoria. Pues bien, pues frente a esto Blas de Lezo hizo recuento de sus posibilidades. Desde luego, las fortalezas que protegían Cartagena de Indias eran magníficas. Tenía tan sólo seis buques para apoyar esas defensas, y en cuanto a los defensores de Cartagena debemos decir que tan sólo había unos 2.300 soldados del ejército regular español, y para su refuerzo, para su apoyo sólo se pudo contar con la aportación, muy estimable eso sí, de 600 arqueros indios traídos desde el interior. Por tanto, ni siquiera tenía 3.000 hombres para asegurar que Cartagena de Indias pudiera seguir siendo española en los próximos años. Pero con todo, Blas de Lezo optó por la resistencia a ultranza. Cartagena de Indias no se iba a rendir.

 

Nos encontramos en el año 1741, el año de la gran batalla. Los buques británicos han enfilado proa hacia Cartagena de Indias, ya divisan las murallas, ya divisan los castillos de protección. Blas de Lezo no tenía ni siquiera 1.000 piezas de artillería, pero las dispuso estratégicamente por la zona; desmontó cañones de sus buques y los situó en lugares clave, entrenó concienzudamente a sus artilleros, sabía que contaba con muy poco, con escasos recursos, pero aún y así pretendía aguantar la situación. Finalmente el almirante Vernon, era el jefe de la escuadra británica, ordenó las maniobras oportunas para que los barcos ingleses situaran sus flancos frente a las defensas de Cartagena. A su orden se inició el cañoneo. Cartagena de Indias fue severamente castigada, gravemente bombardeada. Los días se iban sucediendo, las defensas soportaban con valor todo lo que se le estaba viniendo encima. Vernon calculó que en tan sólo unos días Cartagena de Indias capitularía, era imposible pensar que tan pocos pudieran resistir la fuerza, el poder de tantos. Pero Blas de Lezo ordenó que no se diera un sólo paso atrás. Los seis barcos españoles que protegían la ciudad fueron hundidos por los propios españoles para evitar el trasiego de navíos enemigos por la bocana del puerto, y así iban pasando las jornadas, nada menos que 67 días de cañoneo británico, 67 días…¿os podéis figurar esta situación? cañoneo a todas horas, durante la mañana, durante la tarde, la noche, pesadillas infernales para los defensores de Cartagena, que tenían que soportar una y otra vez la llegada de más y más proyectiles. Pero las defensas, a pesar de haber sido muy hostigadas, no terminaban de resquebrajarse. La moral de los españoles parecía intacta, no había bandera blanca. 67 días… Finalmente Vernon, desesperado, ordenó a las tropas desembarcar. Se tomaría la ciudad al asalto, al asalto de la infantería, esa sería la situación clave, el momento decisivo.

 

Los macheteros jamaicanos, los hombres de las milicias norteamericanas, los soldados de asalto británicos, más de 10.000 hombres desembarcaron, y se encontraron ante trincheras, bastiones, sitios inexpugnables, los mosquetes españoles respondieron con suma eficacia todas las ofensivas británicas. Las bajas inglesas empezaron a contarse por cientos, los españoles no retrocedían, los británicos en cambio veían menguadas sus tropas ya no sólo por el disparo, por la defensa de los españoles, sino por las enfermedades, las enfermedades se cebaron en ellos, estaban menos acostumbrados que los españoles a las enfermedades de aquellas latitudes. Fueron combates muy exigentes, se derramó muchísima sangre. Entre los españoles las bajas empezaron a hacerse notar, ¿podrían soportarlo más?, ¿podrían aguantar la situación una semana más?, ¿un día más? Al fin, los escenarios macabros dieron paso al sentido común. Vernon asumió que le era absolutamente imposible tomar aquella fortaleza, había sufrido los estragos no sólo de la enfermedad, sino de los disparos españoles y del infortunio. La situación era tan crítica que muchos navíos británicos tuvieron que ser abandonados o hundidos por sus propios tripulantes porque no había gente suficiente para gobernarlos. Fue un auténtico horror para los ingleses. El ejército inglés quedó absolutamente menoscabado, quedó humillado, las pérdidas eran atroces.


Habían pasado muchos días, 67 días, y las noticias habían circulado incluso en aquellos tiempos de escasa fluidez comunicativa, y algunas informaciones erróneas habían llegado a Londres. En dichas informaciones, se aseguraba que la victoria en Cartagena de Indias se había consumado. El rey Jorge II ordenó incluso que se elaboraran medallas conmemorativas sobre aquella victoria en las que se mostraba a un Blas de Lezo, entero por cierto, con brazo, ojo, y pierna…debe ser que le conocían poco, pero se representaba al Capitán, al General Español arrodillado ante Vernon. La confusión llegó a tal punto que hubo celebraciones, fiestas, se lo pasaron bien durante unos días, hasta que la cruda realidad apagó esas risas. Cuando llegó la verdadera noticia, sobre la humillante derrota de los ingleses frente a Cartagena de Indias todo el país enmudeció, y el primero que lo hizo fue Jorge II, quien ordenó a sus historiadores, a sus cronistas que no se escribiera nada, absolutamente nada sobre aquel vergonzoso capítulo para las armas inglesas.

 

Y como ya sabéis, los historiadores ingleses son hegemónicos en nuestra civilización, lo que ellos cuentan, lo que ellos escriben, va a misa, y como no escribieron nada sobre Cartagena de Indias pues esa historia quedó injustamente soterrada para los tiempos. Pero en España sí que se supo, y en España sí que se habló, y se mofaron a costa de los ingleses, cuando supieron sobre todo que habían elaborado monedas, medallas, que habían tenido fiestas, que se lo habían pasado muy bien, todo ello basado en una mentira. Vernon humillado regresó a Inglaterra, y la verdad es que sus años siguientes no fueron muy agradables, más bien recibió el reproche de sus coetáneos, de sus conciudadanos. Había sido demasiado eufórico, había advertido que la victoria era inminente, el mismo creyó en esa victoria, lo que no pudo contar fue con la resistencia obstinada de Blas de Lezo y sus hombres.
Como digo, una gran victoria para España, que aseguró el comercio con las Indias 60 años más, 60 años en los que el imperio español pudo seguir enarbolando una bandera en una  inmensidad de millones de kilómetros cuadrados. Como sabemos, todo, la tragedia, comenzó a prepararse tras la Batalla de Trafalgar, en la que la flota franco-española sucumbió ante la eficacia extrema, ante la lucidez mental de Horacio Nelson, pero nadie quita a las armas españolas, a las maltrechas armas españolas, que en aquel año de 1741 se produjo un gran momento decisivo, una gran victoria, y esa victoria la protagonizó, la encarnó Don Blas de Lezo, quien quedó muy mal herido en estos combates de Cartagena de Indias, tal mal herido que falleció cinco meses más tarde, víctima de esas heridas. Y lo lamentable, nadie sabe hoy en día dónde fue enterrado, no se le pudo rendir el homenaje que él hubiese merecido, se le concedió a título póstumo el marquesado de Ovieco, y después muchos navíos españoles llevaron su nombre. Hoy en día, una fragata del tipo F-100 lleva ese nombre, Blas de Lezo, y curiosamente fue la que participó en las celebraciones sobre la victoria de Trafalgar efectuadas por los ingleses. Paradojas del destino, aquel que les humilló finalmente fue con su nombre en una fragata a Londres para participar en la fiesta conmemorativa de Trafalgar. Don Blas de Lezo, un lobo de mar, un Almirante que concedió a España grandes momentos de gloria. Ha sido protagonista de nuestros Pasajes de la Historia.

Historia de Blas de Lezo

El personaje de Blas de Lezo

Blas de Lezo y Olavarrieta (Pasajes, Guipúzcoa 3 de febrero, 1689 – Cartagena de Indias, Nueva Granada, 7 de septiembre, 1741) fue un almirante español – conocido por el sello singular de sus muchas heridas de guerra le dieron, considerado uno de los mejores estrategas historia de la armada española y famoso por haber liderado, junto con el virrey Sebastián de Eslava, la defensa de Cartagena de Indias durante el asedio británico de 1741.

 

El comienzo de la vida de Blas de Lezo

Blas de Lezo y Olavarrieta nacido en el distrito de Pasajes de San Pedro (Guipúzcoa) – que todavía era parte de San Sebastián – a principios de febrero de 1689, fue bautizado en la iglesia de San Pedro en la misma ciudad en el sexto día. Hijo de Pedro de Lezo y Agustina Olabarrieta, perteneció a una familia de ilustres marineros entre sus antepasados, en un pueblo dedicado casi exclusivamente al mar. Era el tercer hijo del matrimonio, que tenía ocho años, y no todos sobrevivieron a la infancia. Sus padres pertenecían a la nobleza rica local y De Lezo había tenido algunos antepasados ​​importantes: el bisabuelo había sido un jefe en la población de caballos en el siglo pasado, otro había sido obispo de Perú en el siglo pasado y su abuelo habían sido capitán y propietario de una galeón. La finca prácticamente lo privó de heredar la propiedad, por lo que optó por emprender una carrera militar como marinero.

Estudió en el Collège de France, una escuela para niños de la baja nobleza de la región donde recibió su educación básica. En ese momento, la armada francesa se alió con España en la guerra de sucesión, que acababa de comenzar con la muerte de Carlos II sin descendencia. Lezo, se embarcó en 1702 en la escuadra francesa que, en la práctica, había absorbido la escuadra española en un estado desastroso. Como aspirante al servicio del Conde de Toulouse, Luigi Alessandre de Bourbon, hijo de Luis XIV.

 

Blas de Lezo y la guerra de sucesión

La guerra se oponía a Felipe de Anjou, apoyado por Francia y heredero designado por el difunto Rey de España, contra el Archiduque Carlos de Austria, con el apoyo de Inglaterra, este último temiendo el poder de los Borbones en el continente si las dos coronas  Español y francés, se unieron. Para recuperar Gibraltar, ocupado por las fuerzas anglo-holandesas, y para desbloquear el acceso al Mediterráneo, los franceses y los españoles prepararon un gran ejército. El equipo francés había dejado Toulon y en Málaga se había unido a algunas galeras españolas enviadas por el conde de Fuencalada. El 24 de agosto de 1704, la batalla naval más importante del conflicto tuvo lugar contra Vélez-Málaga. En esta batalla luchaban 96 buques de guerra franco-española (51 acorazados, fragatas 6, 8 y 12 brulotes galeras, para un total de 3577 piezas y 24 277 hombres) y la flota anglo-holandesa, comandada por el almirante Rooke y compuesto de 53 buques de guerra, 6 fragatas, patrullas y brulotes por un total de 3614 cañones y 22 543 hombres, que representan respectivamente 1,500 y 2719 víctimas al final del conflicto.

Blas de Lezo participó en la batalla, luchando de una manera ejemplar, hasta poco después del comienzo de la lucha, una bala de cañón le rompió la pierna izquierda y tuvo que amputar por debajo de la rodilla sin anestesia. Gracias a la valentía que mostró en este trance y en la misma batalla, fue promovido en 1704 al rango de abanderado del Consejo Superior de Luis XIV. Felipe V también le otorgó una indemnización consuetudinaria, que incluía una serie de privilegios similares a los de la aristocracia inferior.

Se le ofreció el puesto de asistente de chambelán en la corte de Felipe V. Rechazó esta opción y, una vez recuperado de la pérdida de la pierna, continuó su servicio a bordo de varios barcos, participando en operaciones de rescate. en los lugares de Peñíscola y Palermo; en el ataque al barco inglés Resolution de setenta cañones en la costa genovesa, que terminó con el fuego de este último; así como en el secuestro subsiguiente de dos naves enemigas en el Mediterráneo occidental, que fueron llevados a Pasajes y Bayona, todos en 1705. El comando de Barragini fue dado como premio a los oficiales que se habían distinguido en el servicio, como Lezo debería haber hecho en peleando este año.

Obviamente, necesitaba una larga recuperación y se negó a estar en la corte, porque quería conocer las artes del mar y convertirse en un gran comandante.

Pero fue inmediatamente convocado por sus superiores y, en 1706, se le ordenó proporcionar a los colonos de Barcelona una pequeña flotilla, parte del ejército comandado para este fin por un almirante francés. Hizo su trabajo con garbo, escapando cada vez más de las naves enemigas y facilitando la adquisición del ejército del mariscal Tesse. Con este fin, hojas flotantes y quemar la paja húmeda para crear una densa nube de humo que ocultara los barcos españoles, sino también carga sus armas de conchas finas con material incendiario dentro de ellos, que, inflamada, la captura de fuego. Los británicos son impotentes frente a tal demostración de ingenio.

Más tarde se estacionó en la fortaleza de Sainte-Catherine de Toulon, donde participó en la defensa de la base naval francesa del asalto de la flota del Príncipe Eugène de Savoie. En esta acción y después del impacto de un golpe en la fortificación, una astilla explotó en su ojo izquierdo.

Frégate Blas de Lezo conduce el barco británico Stanhope. Se presume que la captura tuvo lugar durante el período en que estuvo estacionado en Rochefort, pero no hay documentos que confirmen el arresto.

Después de una breve convalecencia, fue destinado al puerto de Rochefort en la costa atlántica francesa, donde fue ascendido a teniente de la Guardia Costera en 1707. Tres años más tarde, fue ascendido de nuevo a comandante en jefe. Aunque no hay documentación para apoyar esta solicitud, durante su misión en Rochefort habría construido once naves enemigas, la más pequeña de las cuales era de veinte piezas. Alrededor de este tiempo, se supone que la pelea con el Stanhope (con setenta cañones) comandada por John Combs tuvo lugar. Se mantuvo un cañonazo mutuo hasta que Lezo abandonó la nave enemiga en el momento del abordaje, y en ese momento ordenó que se lanzaran los anzuelos: «Cuando los británicos lo vieron, entraron en pánico”.

El abordaje español fue una maniobra ofensiva que los británicos temieron particularmente; los barcos españoles se movían de cerca, después de lo cual arrojaron ganchos y subieron a la nave opuesta, mirando de cerca, hasta que el enemigo se rindió. De esta manera, con tripulaciones mucho más pequeñas, los barcos españoles pudieron capturar a los otros con números y dimensiones mucho más grandes. Blas de Lezo se cubrió de gloria en este choque, en el que también fue herido y ascendido al capitán de la fragata.

En 1712, aún separado de la armada francesa y española, continuó sirviendo bajo Andrés de Pes. Aunque no se sabe en qué acciones participó, se sabe que la distinguió debido a las relaciones favorables de Pes, lo que permitió que Lezo fuera ascendido a capitán de barco unos meses después de abandonar su servicio.

Más tarde participó en el asedio de Barcelona bajo el mando de la Campanella, setenta y siete buques de guerra de origen genovés, con los que obstruyó las provisiones de la ciudad y la bombardeó. Durante el bloqueo y probablemente durante una de las diversas operaciones navales que tuvieron lugar durante este período, fue asesinado en el antebrazo derecho, que permaneció sin movilidad hasta el final de sus días. Por lo tanto, a la edad de veintiséis años, el joven Blas de Lezo ya era un ojo, cojo y cojo. Unos días más tarde, tomó parte en el comando de Nuestra Señora de Begoña en la escolta fallida de la segunda esposa de Felipe V, Isabella de Farnesio, en España; la reina, después de unas horas en el mar, decidió abandonar la flota y viajar por tierra.

Entonces el barco de Lezo era parte de la flota enviada para conquistar Mallorca, todavía leal al pretendiente austríaco al trono, que se rindió sin resistencia cuando llegó a Alcudia con veinticinco mil soldados el 15 de junio de 1715.

 

Blas de Lezo en el Caribe y el Pacífico

Después de la Guerra de Sucesión, fue confiada al barco Peibo de Primer Lanfranco, un barco en mal estado. Un año después, en 1716, partió para La Habana con la flota de Galeone, con la misión habitual de escoltar barcos mercantes con destino a América y la misión especial de limpiar las aguas de la región de corsarios llevados a cabo por algunas presas. Después de la misión, Lezo regresó a Cádiz donde, en 1720, obtuvo el mando de un nuevo Lanfranco, con sesenta y dos cañones y también genoveses, bajo el nombre de León Franco y Nuestra Señora del Pilar.

Lima, capital del Virreinato del Perú, donde Lezo sirvió desde 1720 hasta 1730, cuando regresó a la Península Ibérica. Entre 1723 y 1729 comandó la flota de virreyes, que temporalmente fortaleció y puso fin a la piratería y el contrabando en la región.

Con este nuevo barco, se unió a un escuadrón franco-español bajo el mando de Jean Nicolas Martinet -francés al servicio de la Corona española- y Bartolomé de Urdizu, primer oficial de Martinet y capitán de la única nave real que se unió a los piratas franceses. , que salió en diciembre de 1716 para América con la tarea de limpiar los llamados Mares del Sur, o lo que es lo mismo, las costas de Perú, los piratas y los piratas. El escuadrón comprendía cuatro buques de guerra y una fragata en el lado español y dos transatlánticos en el lado francés. Después de varias demoras, la mayoría de la flota llegó a El Callao el 27 de septiembre de 1717. Urdizu y Lezo, por otro lado, tuvieron problemas para rodear el Cabo de Hornos y se retrasaron; finalmente llegaron al Callao en enero de 1720, cuando las autoridades peruanas ya habían repatriado a los franceses en Europa debido a las tensiones entre las dos partes.

Las primeras operaciones de los marinos españoles responsables de la reforma de la flota virreinal fueron contra los dos barcos, el éxito y la velocidad del corsario inglés John Clipperton, que logró evitar la flota virreinal durante algún tiempo. abandona el área Luego, la flota llevó a cabo misiones de vigilancia y patrullaje en la zona, lo que terminó comprometiendo la salud de Urbizu. La mayor parte del trabajo de patrullaje, dada su mala salud, ha recaído en Lezo.

Agotado Urbizu, fue sustituido por Lezo 16 de de febrero de 1723 con el título de General de la Armada de Su Majestad Católica y el entonces pequeño cabo del ala del mar del Sur. Además de Lanfranco de Lezo, se compone de las naves Conquistador y triunfador y Fragata Peregrina.

En mayo de 1725 se casó con Josefa Pacheco de Bustos y Solís, una mujer de la alta sociedad de Lima, veinte años más joven; el matrimonio fue presidido por el arzobispo de Lima, entre Diego Morcillo y Rubio de Auñón, quien hasta el año anterior había sido virrey del Perú y había establecido buenas relaciones con Lezo.

Para fortalecer la flota que comandaba, reparó, demolió y vendió a la Virgen Peregrina, que era costosa de recuperar y no era apta para las aguas de la región, y tenía otros dos barcos construidos. A principios de 1725 se embarcó en la lucha contra Córcega y el contrabando, de acuerdo con las promesas hechas el año anterior por el nuevo virrey. Después de unas semanas de patrullaje, Lezo se encontró con un equipo holandés de cinco naves, que estaban frente a él en artillería. Después de una batalla feroz, logró derribar el mástil principal del capitán y agarrarlo, y conducir el resto de los barcos. Más tarde atacó y se apoderó de una flota inglesa de seis buques de guerra, tres de los cuales permanecieron para el escuadrón vice-regimental.

Estos éxitos y crecimiento de la flota enemigos desanimados y, paradójicamente, condujo a la confrontación entre el virrey, el marqués de Castelfuerte, que quería reducir la flota para ahorrar costes una vez que la situación parecía controlada, y Lezo, que se opuso. La relación entre ellos también se vio exacerbada por el nepotismo del sobrino del virrey como tesorero de los ingresos del comercio marítimo, que era contrario a las disposiciones y de lo que se quejaba Lezo61. No le gustaba el virrey, que estaba tratando de desacreditarlo por una inspección – un proceso de residencia – de su obra que se encuentra ningún fallo en el funcionamiento del marinero, sacudido por el desmantelamiento de la flota – el virrey preferido para armar el privado en vez de invertir en el aumento de la flota. en la región y en viajes insalubres, en septiembre de 1727 escribió al secretario de Marina, José Patiño, para quejarse y pedir su retiro. Patiño aceptó dejarle el comando del equipo peruano y lo llamó a España, pero no le permitió abandonar la Marina, consciente de su valor. El 13 de febrero 1728 fue despedido de sus funciones como jefe de la flota Vicereligioni y le ordenó regresar a la Península Ibérica, pero Lezo, enfermo, no podía hacerlo hasta el año siguiente; el 18 de agosto de 1730 llegó con su familia a Cádiz. Después de deshacerse de una epidemia de vómito negro que afligía a la ciudad gracias a su vacunación en América, fue a Sevilla para visitar al rey, que ya mostraba signos de desequilibrio mental; la audiencia real se realizó a fines de septiembre o principios de octubre.

 

Su matrimonio e hijos

El 5 de mayo, 1725 se casó en Lima señora criolla Josefa Pacheco de Bustos, originario de Locumba (ahora Tacna), hija de José Carlos Pacheco y Benavides y María Nicolasa de Bustos y Palacios. La pareja tuvo siete hijos: Blas Fernando, nacido en Lima y primer marqués de Ovieco (1726); Josefa Atanasia, también nacida en Lima (1728); Cayetano Tomás; Pedro Antonio; Agustina Antonia; Eduvigis Antonia, que se convirtió en una hermana mayor como agustino recolector; e Ignacia, que se casó con el Marqués de los Tabalosos. Los cinco niños más pequeños nacieron en la Península Ibérica y, de ellos, las dos hermanas menores, en El Puerto de Santa María.

Las hazañas de Blas de Lezo en el Mediterráneo

Como líder de un escuadrón

Él permaneció inactivo en Cádiz por un año, hasta su nombramiento como jefe de la escuadra naval del Mediterráneo el 3 de noviembre de 1731. Tenía tres armas de fuego, incluyendo la familia real, sesenta cañones y el Almirante de Lezo. El escuadrón jugó un papel clave en las ambiciones políticas del rey, que quería recuperar los territorios perdidos en la península italiana en los tratados de paz de la guerra de sucesión. En reconocimiento de su servicio al rey, en 1731 conferió la bandera morada con el escudo de Felipe V, la Orden del Espíritu Santo -la más alta decoración francesa- y la Orden del Vellocino de Oro -la más alta decoración española – como una bandera para su capitán y cuatro anclas en sus extremos.

Italia y sus primeras misiones allí

Génova en 1766. Tres décadas antes, Lezo había obligado a las autoridades de la ciudad a devolver el dinero del Tesoro español en sus bancos, con la pena de bombardearlo. Fue una de sus primeras misiones como jefe del escuadrón mediterráneo.

Su primera misión fue participar en diciembre de ese año a la escolta del príncipe Carlos, que viajaba a Italia para hacerse cargo de los ducados de Parma, Toscana y Plasencia. Lezo comandó un escuadrón de veinticinco barcos, parte de una flota más grande en la que los británicos tomaron parte.

Cuando los genoveses tardaron en devolver los dos millones de pesos pertenecientes al Tesoro español que habían sido depositados en el Banco de San Jorge, Patiño ordenó a Lezo que fuera a la capital de la República para reclamarlos. Lezo ancló en ese puerto con seis naves y pidió un tributo sin precedentes a la bandera real de España y el inmediato retorno del dinero. Sus seis barcos apuntaron sus armas al Palazzo Doria, amenazando el Senado de la ciudad. Mostrando el reloj de los guardias para los comisionados de la ciudad, que estaban buscando una forma de evitar el problema del pago, fijó una fecha límite, después de lo cual el escuadrón habría roto el fuego en la ciudad. De los dos millones de pesos recibidos, medio millón se entregaron al Príncipe Carlos y el resto se envió a Alicante para cubrir los gastos de la expedición que se preparaba para la conquista de Orán.

Envío a Orán

En junio de 1732, regresó de Cádiz a Alicante para unirse a esta expedición. El objetivo era recuperar la plaza, que estaba en manos españolas desde 1709, cuando se perdió durante la guerra de sucesión. Retirarlo era una cuestión de prestigio para la Corona y una forma de demostrar el renovado poder militar y naval de España bajo la nueva dinastía. Lezo permaneció como el teniente del capitán de la flota de la expedición, Francisco Cornejo, mientras que José Carrillo de Albornoz, conde de Montemar, comandó las tropas de tierra. Lezo participó en la operación a bordo del Santiago, la flota de doce buques de guerra, dos fragatas, dos morteros, siete galeras, galeones dieciocho, doce barcos y más de quinientos transportes que componían la expedición escuadra.

Desembarco de las tropas españolas de la expedición de 1732 a Orán. De Lezo participó en la toma de la ciudad como teniente del almirante que dirigía las fuerzas navales y meses más tarde regresó para ayudarlo con el asedio de su antiguo señor.

El sitio de Orán comenzó el 29 de junio, con el desembarco de 26.000 hombres de Montemar.7975 Después de varios enfrentamientos, el 1 de julio han conquistado la plaza. Después de la última resistencia, que había costado menos de la conquista de la ciudad, se sofocó, la expedición regresó a España el 1 de agosto, dejando una guarnición. El 2 de septiembre, Lezo regresó a Cádiz.

Cuando la expedición se fue, creyendo que había llegado a su destino, Bey Hassan, señor de Orán hasta la reconquista española, logró reunir a las tropas aliadas con Argel que la sitiaron. Bombardeó el castillo de Mazalquivir y aplastó una salida de los defensores, en la que murieron más de mil quinientos soldados y también asesinaron al gobernador español, Álvaro Navia Osorio y Vigil. Este aristócrata fue el autor de «Riflessioni Militari», un libro sobre la mesita de noche de Federico el Grande. Ante la situación desesperada en la plaza, le pidieron a Lezo que lo ayudara el 13 de noviembre. Salió de inmediato con barcos listos para cruzar: dos barcos, cinco mineros y veinticinco transportes, que llevaban cinco mil refuerzos. la guarnición. Después de dos días en el mar, que llegó a Orán y rompió el acoso de los nueve prisiones de Argelia, que se retiró cuando llegó a la escuadra española y gasservicing la guarnición.

Decidido a poner fin a la amenaza planteada por la flota argelina, decidió continuar. En febrero de 1733, que finalmente logró localizar el capitán de sesenta cañones que se refugió en la Bahía Mostagan, defendida por dos castillos. Esto no desanimó a Lezo, quien entró a la bahía detrás del barco argelino, desdeñando el fuego de los fuertes, pero logró escapar de una galera que inesperadamente emergió para ayudar a la cocina, embarcarla, prenderle fuego y luego destruir los castillos. 85 Luego regresó a Orán, luego a Barcelona, ​​donde tomó cuatro regimientos de infantería y se estableció en África. A continuación, se reanudó el patrullaje entre Tetuán y Túnez para dos meses, hasta que una epidemia que estalló en el equipo le obligó a regresar a la ciudad de Cádiz.

Cádiz y su último período allí

Hasta 1737, mantuvo una causa continua con el virrey de Perú por el salario que se le debía, que se negó a pagar hasta entonces, alegando la falta de fondos. Lezo, sin embargo, no sufrió dificultades económicas, tanto por la riqueza de su esposa, tanto los ingresos obtenidos por las diversas actividades, incluyendo el comercio de plata, oro y esclavos con un representante mientras se encontraba en Perú. Invirtió parte de sus ganancias en letras y deudas rentables; a pesar de sus constantes luchas con los británicos, tenía una cuenta en un banco de Londres.

El 6 de junio de 1734 fue ascendido a Teniente General de la Armada y fue nombrado Comandante General del Departamento de Cádiz. Después de visitar Madrid dos años más tarde, en 1736, fue transferido a El Puerto de Santa María como comandante general de los galeones, responsable de la seguridad del comercio transatlántico. Empezó a preparar la escuadra que acompañó el último Galleon Marina en raza india de 1737. Los preparativos han sido tan retrasado debido a diversas dificultades – preparación de los buques de guerra, reclutamiento de la tripulación, la ejecución de la matanza, etc. Lezo causó el descontento de Patiño, lo que lo impulsó a acelerarlo. Cuando la flota estaba listo, en noviembre de 1736, tuvo que esperar hasta cargarlos mercantes envía las mercancías y no pudo comenzar hasta el 3 de febrero de 1737. El convoy, que consta de ocho comerciantes, dos de facturación en los barcos y dos envíos de Lezo, hizo el cruce sin contratiempos y llegó a Cartagena de Indias. La familia de Lezo, entonces compuesta por su esposa y seis hijos, uno de los cuales había muerto, permaneció en El Puerto de Santa María y no acompañó al marinero a su nuevo destino en América.

Blas de Lezo regresa a América

Volvió a América con la fortaleza y barcos Conquistador en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias, una posición que tuvo que defenderse de un estado de sitio (1741), que había sido presentado por el ataque del almirante Edward Vernon Inglés. Al principio de su vida en Cartagena, Lezo estaba a cargo de las tareas de la guardia costera, que iban a descarrilar el contrabando de crecimiento, lo que finalmente provocó la nueva guerra con los Estados Unito96. Para el mismo propósito, creó una compañía de armadores corsos, gobernador de Cartagena. El tráfico británico se progresó mediante el aprovechamiento de las concesiones comerciales que el Reino Unido había logrado con el Tratado de Utrecht: el comercio legal – cinco toneladas ampliadas a mil en 1716 – pronto fueron contrabandistas que amenazaban el comercio español y trató de no pagar los derechos (impuestos) a la Corona. A pesar de la renuencia del Gobierno británico para hacer frente a España y luego a alentar a su acercamiento a Francia, las quejas de los comerciantes afectados por las actividades de la Guardia Costera y el debilitamiento del Gabinete de Horacio Walpole al final exacerbaron la tensión entre los dos países.

La justificación británica por el estallido de un conflicto con España fue, entre otras cosas, el embargo de un buque mercante enviado por Robert Jenkins frente a Florida en 1731. Juan de León Fandiño se subió al barco y le cortó la oreja, diciéndole: «Aquí está tu oreja: tómalo y llévalo al Rey de Inglaterra, para que sepa que no está contrabandeado aquí …». En ese momento, gran parte del comercio español en el extranjero fue contrabandeado.

Rechazado en La Guaira el 22 de octubre 1739, pensó que reanudaría sin resistencia, Vernon conquistar la plaza de Portobelo (Panamá) en noviembre de 1999 y el desafío Lezo, a la que responde el marino español:

[…] puedo asegurar a V. E. que si me hubiera hallado en Portobelo para impedírselo, y si las cosas hubieran ido a mi satisfacción, aun para buscarle en cualquier otra parte, persuadiéndome que el ánimo que faltó a los de Portobelo, me hubiera sobrado para contener su cobardía [en referencia a los defensores del lugar, que la entregaron sin resistencia].

Entonces, de acuerdo al plan, los españoles conocían desde los informes de un espía que trabajaba en Jamaica, Vernon fue a Cartagena en marzo de 1741. Ya había hecho dos ataques de exploración, con poca fuerza, en marzo y mayo de 1740, que se negaron Lezo.

La flota británica se compone de dos mil cañones repartidas en cerca de ochenta barcos, entre ellos tres puentes barcos (ocho), revestimientos (veintiocho), fragatas (doce), bombarderos (dos) y buques de transporte (ciento treinta), y alrededor Treinta mil combatientes, incluidos marineros (quince mil), soldados (nueve mil soldados estadounidenses regulares y cuatro mil) y esclavos negros de Jamaica (cuatro mil). Las defensas de Cartagena incluyen tres mil hombres entre las tropas regulares (aproximadamente millesettantacentottanta), milicianos (cinco), seiscientos Flechero llevadas al interior, además de los grandes marinos y seis buques de guerra de aterrizaje tropas disponibles para la ciudad (ciento cincuenta hombres) : Galicia, que era el barco del capitán, San Felipe, San Carlos, África, el Dragón y el Conquistador. Después de tomar parte en las defensas de la ciudad, el asalto británico al castillo de San Felipe de Barajas, la última gran fortaleza para defender la ciudad, fracasó el 20 de abril; con muchas de las tropas enfermas y fuertes víctimas de la lucha y el comienzo de la temporada de lluvias, los británicos optaron por destruir las defensas a su alcance y abandonar el asedio.

Las pérdidas en el Reino Unido fueron severas: alrededor de 4 500 muertos, seis perdidos y entre 17 y 20 daños severos. Esto obligó al gobierno británico a concentrar sus fuerzas en la defensa de la metrópolis, el Atlántico Norte y el Mediterráneo, y rechazar nuevas campañas en las colonias españolas en América. La derrota de Cartagena anuló los planes británicos para la campaña y permitió que la dominación española en la región continuara durante varias décadas. Los británicos, que contaban con la victoria, se apresuraron a acuñar monedas y medallas para celebrarlo. Las medallas se leyeron en el anverso: «Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741» y «El orgullo español fue humillado por Vernon».

Muerte de Blas de Lezo y castigo inmerecido

El 4 de abril, el día en que los británicos comenzaron el bombardeo sistemático del Castillo de San Luis de Bocachica, uno de los que protegía la ciudad, una bala de cañón había dado en la tabla de Galicia en torno al cual estaban los comandantes españoles. Los fragmentos de la mesa le hirieron el muslo y la mano a Lezo, y la infección de esas heridas lo mató. Las malas relaciones entre Lezo y el virrey Sebastián de Eslava, el jefe de la plaza y responsable de su defensa, empeoraron una vez que el asedio británico se disipó. El primero siempre había apoyado más medidas ofensivas y acoso contra el enemigo, mientras que el segundo había mantenido una actitud más cautelosa y defensiva, lo que le pareció al marinero inactivo y laxo en defensa.

Lezo, cada vez más enfermo, dejando apenas su residencia después del 20 de mayo y es una guerra epistolar con el virrey, tratando de defender sus acciones durante el sitio, que el virrey pidió y obtuvo el castigo del marinero. Lezo buscó reconocer su carrera por conseguir un título de nobleza, una solicitud para la que pidió el apoyo de José Patiño y sus compañeros de la marina de guerra, pero el rey, que había recibido informes desfavorables por el virrey y otros oponentes de Lezo, había rechazado. Blas de Lezo murió en Cartagena de Indias de una «fiebre que fue declarada tabardillo en unos días» a las ocho de la mañana del 7 de septiembre. Fue el único de los principales protagonistas de la oficina de Cartagena que no fue otorgado por sus acciones. Su destitución al frente de la colonia y su orden de reintegración en la Península Ibérica se aprobaron el 21 de octubre. El rey Carlos III recompensó al hijo de Lezo por las acciones de su padre, nombrándolo marqués de Ovieco en 1760, y fue enterrado en una carta escrita por su hijo en el convento de San Domenico en Cartagena.

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