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Boudica, la reina guerrera

Fascinante historia de Boudica, que en la lengua celta significaba «Victoria», se enfrentó al todopoderoso por entonces Imperio Romano y a sus injusticias. Desnudada y azotada en público por los romanos frente a su propio y amado pueblo, mientras violaban a sus hijas, su venganza fue terrible. Con la maravillosa voz de Juan Antonio Cebrian y su Pasaje de la Historia, conceremos la vida de esta heroina y sus hazañas. Disfrutemos sin más preámbulos de su relato a través del podcast.

Podcast sobre Boudica

  • Duración: 19 minutos, 32 segundos
  • Tertulianos: Juan Antonio Cebrián
  • Sitios nombrados: Britania, Anglia del Este, Norfolk, Suffolk, Londres (Londinium), Camulodunum, Teutoburgo, Germania (Ver mapa de ubicaciones más abajo)
  • Personajes: Boudica, Tácito (historiador romano), Dion Casio (historiador romano), Claudio (Emperador Romano), Julio César (Emperador Romano), Prasutagus (Esposo), Catus Decianus (Pretor Romano), Andraste (diosa celta de la victoria), Arminio, Cayo Suetonio Paulino
  • Época: Siglo I d.c.
  • Conceptos nombrados en el podcast: Icenos, Romanos, Legiones, Pictos, Magister Militum, Catapultas, Arietes

Libros sobre Boudica

Mapa de ubicaciones sobre Boudica

Transcripción del Podcast de Boudica (para personas con problemas auditivos)

Según los eminentes historiadores romanos Tácito y Dion Casio, Boudica era alta, esbelta, bella, su pelo rojizo caía hasta las caderas, tenía la voz áspera y la mirada fiera, era sin duda alguna toda una líder, una líder guerrera para su pueblo, no sólo de los icenos sino del cúmulo de tribus autóctonas que se unieron por una vez para dar batalla campal a los invasores romanos, Siglo I después de Cristo, el momento clave para Britania.

Año 43 después de Cristo, cuatro legiones romanas a cuyo frente se situaba el emperador Claudio, desembarcaron con éxito en la isla de Britania, casi un siglo antes lo había intentado Julio César, el gran Julio César con poco éxito, pero en esta ocasión los romanos habían llegado para quedarse.

No sin oposición local, esas cuatro formidables legiones avanzaron hacia el interior, demoliendo templos de la vieja y sagrada religión, destruyendo los iconos del viejo poder celta. Tendrían que pasar muchos años para el casi total sometimiento de la isla, se crearon muros que lograron contener el ímpetu de los Pictos, pero en aquellos decenios algunos nombres surgieron para la gloria eterna, uno de esos personajes, una de esas singulares personalidades fue la de una mujer, reina de los icenos, una antigua tribu de origen celta, asentada en los territorios de Anglia del Este, la parte oriental de Britania, sitio que ocupan actualmente Norfolk y Suffolk. En aquel lugar habitaban los icenos.

Sobre Boudica tenemos estas escasas referencias proporcionadas por los historiadores romanos, hoy en día si visitamos Londres podemos contemplar un complejo monumental, una escultura frente al Parlamento Británico en la que se nos muestra a una reina guerrera subida en compañía de sus hijas en un carro de guerra britano con ciertos toques persas, guadañas estilo persa, pero ese emblema para los británicos es desde luego uno de sus símbolos más queridos pues representa a lo que ellos dicen fue la primera reina victoria, aquella pionera, aquella mujer que se enfrentó a la máquina demoledora del mundo antiguo, aquella mujer que puso en jaque a las mejores legiones de Roma.

Su nombre se latinizó y se la llamó Boudicea pero en realidad se llamaba Boudica, curiosamente, paradójicamente, Boudica significa en la vieja lengua celta “Victoria”. Boudica vino al mundo en algún lugar del territorio habitado por los icenos hacia el año 30 d.c. Formaba parte de la predominante élite aristocrática que gobernaba el lugar y por tanto recibió una educación apropiada a su condición social. Con tan sólo 18 años, en el 48 d.c. unió su destino al del rey Prasutagus, el monarca de los icenos, un hombre entregado al hedonismo y además aliado, cliente de Roma.

Siguiendo la costumbre de la época, muchos gobernantes locales, cuyos epicentros de poder llevaban los romanos, pactaban con estos y en ese tratado se venía a especificar que tras la muerte del rey su tierra, su reino, se cedería de forma íntegra o parcial a los romanos, a los latinos. Prasutagus no fue diferente a otros y firmó, rubricó un tratado de paz con los romanos por el que se benefició ampliamente, pues recibió no sólo grandes contingentes económicos sino también ayuda militar para combatir a sus enemigos ancestrales.

Prasutagus en consecuencia vivió feliz el tiempo que le tocó morar en este mundo y más en compañía de su bella esposa Boudica, que tuvo sus dos únicas hijas. Pero aquel tiempo de felicidad, de sosiego, de placer, terminó en el 60 d.c. con la muerte de Prasutagus. Fue entonces cuando los romanos exigieron cumplir con aquella parte del trato, pero eran ambiciosos y anhelaban poseer la totalidad de Britania, es por ello que pidieron a los icenos que no sólo les cediesen la totalidad del territorio sino también toda la dote económica que Prasutagus tan celosamente había dejado a sus hijas.

Boudica, como regente del reino, se negó al abusivo impuesto, se negó a pagar lo que exigían los invasores extranjeros, y el pretor Catus Decianus envió un número indeterminado de efectivos legionarios para someter a los icenos. Aquello fue terrible, Boudica se negaba en redondo a satisfacer los deseos de los romanos. Las legiones llegaron a la región de Anglia del Este, esclavizaron a la élite aristocrática, sometieron al resto de los habitantes, y en cuanto a Boudica para ella fue lo peor de aquella expedición, pues fue sometida a una humillación tremenda, fue desnudada en público, azotada ante su pueblo mientras contemplaba con horror como los inclementes soldados de Roma violaban a sus hijas. Era una mujer abatida, destrozada por las heridas del látigo, y además viendo con terrible pesar cómo habían violado a sus jóvenes hijas, tenía tan sólo 30 años, pero en ese momento decidió luchar.

Boudica era una mujer muy querida por su pueblo y no tuvo el más mínimo problema en utilizar, en enarbolar su elocuencia, su carisma, su brillantez, y con todos estos recursos, con todas estas virtudes logró unir a las tribus hasta entonces desunidas para llevarlas, para guiarlas a un combate sin igual contra Roma. Y no fueron pocas las tribus que se unieron a su causa, Boudica congregó a sus guerreros enardecidos en una explanada y ante ellos extendió sus brazos al cielo y solicitó el apoyo de Andraste, la diosa celta de la victoria. Como ya os digo, Boudica significa precisamente eso, Victoria. Para mayor realce de aquella convocatoria, decidió utilizar los viejos rituales mágicos, para los celtas la liebre es un animal sagrado y cuentan las crónicas que de los pliegues de su vestido multicolor, que utilizaban los icenos vestimentas muy coloristas, pues dicen esas viejas narraciones que de esos pliegues, esa indumentaria, salió una liebre utilizando un camino hacia el lugar donde se encontraban los invasores romanos. Esto fue tomado como un signo de magnífico augurio y Boudica ese día fue feliz, pues vió como no menos de 100.000 y hasta 230.000 según algunas crónicas, quedaron prendados y quedaron prendidos a Boudica, había estallado la guerra.

Con semejante contingente bélico siempre mal entrenado, la verdad es que britanos actuaban de forma alocada, siguiendo las enseñanzas, siguiendo la usanza tradicional celta pigmentaban sus cuerpos de azul, se lanzaban al combate casi de forma individual aunque fueran 100.000, 200.000, desde luego los britanos iban a dar mucha guerra, iban a combatir con ardor, con tenacidad y Boudica estaba dispuesta a conducir a su pueblo hacia la victoria final. En ese año 60 d.c. los romanos iban a tomar muy buena nota, pues toda una avalancha guerrera se cernía, se abatía sobre ellos. El primer objetivo fijado por la inmensa reina fue Camulodunum, la actual Colchester, una ciudad con guarnición romana y con habitantes fieles a los latinos. Las tropas britanas cercaron la ciudad y Boudica ordenó la orden de asalto total sobre Camulodunum. Durante días se produjeron las refriegas, la ciudad fue quedando cada vez más sometida, más dispuesta a la tragedia final y esta se dió cuando un último grupo de resistentes de apenas 200 se encerraron en un templo de reciente creación, allí aguantaron dos días pero finalmente fueron pasados a cuchillo pues así rezaba la tradición de combate para los britanos, no hacer jamás prisioneros, ejecutar a los vencidos sin compasión. Las noticias llegaron a Londinium, la actual Londres, donde se asentaba un incipiente gobierno administrativo de los romanos, esas noticias se propagaron como la espuma y el terror se adueñó de los habitantes de Londinium, pues ya se sabía que Boudica y sus guerreros se dirigían hacia la ciudad.

La masa guerrera de los britanos avanzaba sin compasión, con absoluta determinación hacia Londinium y esta ciudad fue evacuada y tomada sin oposición por Boudica y los suyos. La ciudad fue quemada hasta los cimientos. La reina parecía imparable. Siempre acudía en vanguardia de sus ejércitos, en consecuencia recibía no pocas heridas de guerra, y a pesar de estas dolencias siguió en la ofensiva. Pero los romanos tenían suficientes recursos y grandes magister militum, dispuestos para el combate, dispuestos para sofocar esta rebelión sin igual.

Boudica había ganado en Camulodunum, había vencido en Londinium, incluso mediante emboscada había pulverizado una legión entera, la novena legión, la hispana, esa legión que acudía en auxilio de Camulodunum fue borrada del mapa, de un plumazo por las tropas de Boudica. Más de 5.000 legionarios fueron masacrados o pasados a cuchillo por los britanos, toda una victoria, semejante a la conseguida por Arminio en la batalla de Teutoburgo, en la lejana Germania, pues una de las mejores legiones romanas había sido aniquilada, ¿qué pasaría ahora?, ¿serían capaces los romanos supervivientes de presentar batalla? así fue, entre los latinos existía un general con experiencia más que acreditada, su nombre Cayo Suetonio Paulino. Tenía 2 legiones, muy veteranas, harto experimentadas, dispuestas para el combate, más de 10.000 hombres, más de 10.000 profesionales que se iban a enfrentar a una tropa irregular, una tropa de guerreros muy valientes, si, enardecidos claro, las victorias iban en su beneficio pero también mal entrenados y sin disciplina para una batalla campal. Aún así, Boudica consciente de su superioridad numérica dispuso a sus ejércitos. Suetonio Paulino eligió un terreno propicio, un terreno que le daba una pendiente a su favor, y desde ese territorio, con varios metros por encima de sus enemigos, los romanos dispusieron sus mejores armas, catapultas, arietes, y luego las formidables estrategias y maniobras de los legionarios romanos, como ya digo, la mejor maquinaria bélica del mundo antiguo.

Los romanos no se arredraron ante lo que se les venía encima, miles de guerreros celtas, miles de guerreros britanos, con sus lanzas, espadas largas, carros de combate, dispuestos para la guerra, dispuestos para la lucha hasta el fin. Boudica ordenó a sus carros de guerra que avanzasen hacia el enemigo, los carros desde luego formaban una fila que parecía indestructible pero los romanos aguantaron bien y mediante el lanzamiento de miles de jabalinas lograron desbaratar el ataque de los carros de guerra britanos. Después de esto la infantería avanzó de forma uniforme y consiguió empezar a derribar las primeras filas britanas, la caballería utilizó sus maniobras envolventes como era acostumbrado y muy pronto la situación para los hombres de Boudica se vió muy comprometida. Fue desde luego un combate atroz en el que produjeron miles, miles de víctimas. A los pocos minutos el episodio estaba a punto de ser finiquitado, las dos legiones se habían empleado con denuedo, habían conseguido culminar sus objetivos con total y rotundo éxito. Boudica escapó en compañía de su guardia personal y algunos leales, pero allí acabó la aventura de los britanos, la sublevación más grande vista hasta entonces, miles de hombres sembraban con sus cuerpos el campo de batalla.

Existen diferentes versiones sobre cómo acabó la vida de Boudica, unos piensan que Suetonio Paulino consiguió apresarla y que una vez en el calabozo, en la celda, murió víctima de las heridas de guerra y de la enfermedad, y también dicen algunos que de la propia pena, de la tristeza de verse prendida. Otros en cambio aseguran que Boudica escapó a sus territorios ancestrales y que una vez allí, consciente de lo que le iba a ocurrir, consciente de su futuro inmediato, decidió poner fin a su vida mediante la ingesta de veneno. En este trance le acompañaron sus dos hijas, optaron por la muerte antes que verse presas de Roma, ella sabía que si era capturada por los romanos sería trasladada a las calles de Roma por Suetonio Paulino y que una vez allí sería expuesta ante el público, violada, torturada y muerta. Era un deshonor terrible para una reina inmensa como ella y por eso optó por el suicidio.

Cuentan los historiadores Tácito y Dion Casio que el entierro de Boudica fue espectacular, grande como la figura que iba a ser sepultada, los guerreros que le seguían siendo fieles le dieron los rituales mortuorios propios de una gran líder, como era ella. Aquella tumba permanece aún ignota, sigue en paradero desconocido, eso fomentó desde luego la leyenda de Boudica.

Los britanos siguieron resistiendo, ya de forma muy desorganizada, durante algunos años, pero finalmente fueron aplastados por el poder implacable de Roma. Pero prevaleció el recuerdo de Boudica, el espíritu de libertad, el afán de independencia, el no querer ser doblegados ante un invasor extranjero.

Bien es cierto que la memoria de Boudica se borró durante la Edad Media, recuperada en el siglo XVI, y ensalzadísima durante el XIX en plena era victoriana donde los historiadores británicos recuperaron la biografía de Boudica y la compararon con la de su reina, la reina Victoria, emperatriz de la India. No en vano, las dos llevaban idéntico nombre, Boudica significa Victoria. Tras la muerte de la reina Victoria en 1905 fue instalado el monumento al que antes aludiamos, y allí se representaba Boudica en compañía de sus dos hijas, subidas en ese carro característico guerrero britano, adornado con algunos elementos persas como las guadañas en las ruedas, muchos turistas que hoy visitan Londres contemplan estupefactos ese monumento y pocos se interesan por la protagonista del monumento. Pues esta no era otra que Boudica. Un nombre inmortal para los británicos y desde luego garante de los símbolos de libertad que acompañaron desde entonces a los moradores de la vieja Albión. Tan sólo vivió 31 años, pero desde luego todos ellos sumamente intensos, y así se forjan las historias, así se crean los héroes, en aquel tiempo donde Roma era la potencia a batir, a la que enfrentarse, cada nación, cada territorio creó sus propios héroes, ahí nacieron los Viriato, los Arminio, los Vercingetorix, y claro está, nuestra querida Boudica.

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