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Howard Phillips Lovecraft

En este maravilloso podcast de Juan Antonio Cebrián, y a través de sus Pasajes de la Historia, nos adentramos en la vida de uno de los escritores de terror más brillantes de la historia. Nos adentramos en la vida de Howard Phillips Lovecraft, creador de los Mitos de Cthulhu, y de tantos y tantos relatos góticos, que hoy en día siguen haciendo la delicia de lectores ávidos de terror de calidad. Sin más, escuchemos a Juan Antonio y conozcamos la vida de este genial escritor.
  • Duración: 22 minutos, 17 segundos
  • Tertulianos: Juan Antonio Cebrián
  • Sitios nombrados: Nueva Inglaterra, Providence, Estados Unidos, Brooklyn (Ver mapa de ubicaciones más abajo)
  • Personajes: Howard Phillips Lovecraft, Winfield Scott Lovecraft (padre), Sara Susan Phillips (madre), Edgar Allan Poe, Sonia Greene (esposa)
  • Época: 1890-1937
  • Conceptos nombrados en el podcast: Weird Tales, Necronomicon, Libros, Cementerios, Cthulhu, Dagon, El Círculo Lovecraft, La llamada de Cthulhu, El Ceremonial, Los gatos de Ulthar, El Color que cae del cielo, La llamada de la montaña, Los mitos de Cthulhu

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Mapa de ubicaciones sobre Howard Phillips Lovecraft

Transcripción del Podcast de Lovecraft (para personas con problemas auditivos)

Esta noche os voy a contar una historia, y voy a intentar no apasionarme, porque el tipo merece la pena. En su día hablamos de su gran hermano, del siglo XIX, Edgar Allan Poe, y hoy le toca el turno a él, al gran sacerdote, al sumo sacerdote, al hacedor de nuevas religiones, al creador de mitos, leyendas, dioses, la historia…es sin duda uno de los grandes y mejores cerebros del siglo XX.

 

Aunque nunca publicó un libro, siempre en forma de relatos, siempre en su querida revista Weird Tales, Howard Phillips Lovecraft merece por mérito propio un tiempo en nuestra Rosa de los Vientos, un tiempo en nuestros Pasajes de la Historia, hoy hablamos de Cthulhu, hoy hablamos de Dagon, hoy hablamos del Necronomicon, hoy hablamos de aquel que paseaba por las tumbas, hoy hablamos de aquel que odiaba la luz, aquel que revivía por las noches, para encontrarse con sus fantasías angustiosas, hoy hablamos de Howard Phillips Lovecraft.

Porque hablar de H.P. Lovecraft es hablar de la narración fantástica por excelencia. Un ensoñador, un personaje insólito, un personaje controvertido, lleno de contradicciones, ateo confeso y declarado, y sin embargo germinador de futuras religiones. Gran hacedor también de pasiones y de muchísimos muchísimos seguidores que harían de Lovecraft una leyenda, algunos dicen que incluso uno de sus propios monstruos.

 

Pero empecemos a contar la historia de Howard desde el principio. 20 de agosto de 1890, en el seno de una familia burguesa, una familia bien, de Providence (Rhode Island, Nueva Inglaterra), una familia bien aunque eso si, venida a menos en el plano económico y también por qué no también en el sentimental. Porque el padre de Howard, de nombre Wilfield Scott Lovecraft, era un viajante, un señor muy aburguesado, muy disciplinado, muy jerárquico, pero muy desapegado de su familia. Tampoco tuvo mucho tiempo el jovencito Howard para conocerle, porque entre sus viajes, sus idas sus venidas y que murió muy pronto, pues no tuvo esa figura paterna a su lado, y eso sería fundamental para su historia. El padre de Howard murió en 1898, el tan sólo tenía 8 años, y eso hizo que se aferrara fuertemente a las faldas de su madre, Sara Susan Phillips, el personaje que sin duda alguna marcó la historia de Howard, el personaje que le frenó en sus ímpetus. Una madre dominante, posesiva, una madre trágica, altiva, altanera, presuntuosa, fría, rígida, poco estimulante, una madre muy orgullosa de su pasado británico, pasado que inculcó al joven Howard Phillips.

 

Ella siempre inculcó al jovencito que lo británico era lo mejor que le podía ocurrir a un ser humano, y que él, al ser muy feo, al vivir en un país hostil, lo mejor que podía hacer era alejarse de ese país, alejarse de las gentes que habitaban ese país, y pegarse a las tradiciones británicas. Y todas esas tradiciones las encarnaba ella, Sara Susan, y Howard Phillips creyó en ella, creyó en su madre, era lo único que podía hacer.

Casa de Lovecraft

Así tenemos a un joven frágil, enfermizo, medroso, que únicamente vivía para su madre. Unicamente se movía, vivía según los dictados de ella, y esa protección la ejerció durante toda su vida. El joven, más que protegido, no gozaba de buenas amistades. Los niños del barrio no querían jugar con el. Huían de H. P. Lovecraft, aunque cuentan algunos que le conocieron, que también le vieron jugar, y cuando jugaba, encarnaba a personajes históricos, y vivía y hacía vivir a sus amigos situaciones de leyenda, aunque esos momentos, esos pasajes, estas escenas, eran las menos en la infancia terrible de Howard.

 

Cuentan de él que en sus primeros 30 años de vida, que curiosamente coinciden con los que vivió al lado de su madre, en esos primeros 30 años de vida jamás pasó una noche fuera de su casa, jamás visitó el mundo exterior. Todo giraba en torno a su ciudad natal, Providence. No le gustaba comer, no le gustaba pasear, no le gustaba hacer deporte, vivía siempre metido en la vieja biblioteca de su abuelo materno. Allí se topó con los viejos mitos, con la mitología, con el panteón mitológico pagano. Dicen que en sus habitaciones creaba santuarios dedicados al Dios Apolo, a la Diosa Atenea, incluso a Artemisa, y que adoraba secretamente a esos dioses paganos. Todo eso se lo cedía, se lo legaban los viejos libros de su abuelo.

 

La fantasía de Howard iba in crescendo. No quería comer, porque tan sólo le gustaba comer dulces y helados. Además, esta tradición la mantuvo a lo largo de toda su vida. Era curioso verle con 40 años degustar, saborear helados. También dicen que sus viejos odios, empezaron a gestarse en la infancia. Por ejemplo, el odio que tenía al mar, la aversión que tenía hacia el mar. Muchos de sus monstruos, muchas de sus criaturas venían del mar, las más perversas. Esto dicen que fue a consecuencia de una grave intoxicación que contrajo al ingerir pescado en mal estado. Estuvo al punto de dar al traste con su vida. Y desde entonces, odio profundamente al mar.

Odio al mar por parte de Lovecraft

Ya véis que el mundo de Lovecraft se reducía a las estancias de su casa y a poca cosa más. Y tuvo o casi se vió condenado a crecer entre personas mayores. Después del fallecimiento de su madre vivió al lado de dos de sus tías muy muy mayorcitas. Siempre amparado, siempre custodiado.

 

Era alto, desgarbado, feo, muy feo. Los que le conocieron decían de él que era feísimo, que tenía un mentón descomunal, una mandíbula descomunal, y unos ojos de pez, pero que algo de bondad afloraba en su mirada, sobretodo cuando se reunía con sus amigos. Sus amigos, si, el Círculo Lovecraft, aquel que fue gestando al lado de su vida profesional, aquellos que entendieron su mensaje, aquellos que se carteaban con el. El arte epistolar era uno de sus favoritos, ¿por que? porque el arte epistolar era el rey en el siglo XVIII, el siglo predilecto de H.P. Lovecraft.

 

El era muy reaccionario, no le gustaba nada eso del progreso. Pensaba que Estados Unidos era un país poco más o menos de animales, que permitía que llegaran inmigrantes de la vieja Europa, inmigrantes harapientos que ni siquiera hablaban el inglés, y que eso estaba, sin duda alguna, destrozando lo que debía ser Inglaterra todavía, porque él seguía pensando que Estados Unidos nunca debió obtener la independencia. El cuando habla de Estados Unidos habla del cisma del 76. Ya sabéis que Estados Unidos empezó a pelear por su independencia en 1776. Pues Howard hablaba del cisma del 76. El pensaba que Inglaterra era lo mejor que le podía pasar a un territorio, que Inglaterra fuera la metrópoli, que Londres fuera la metrópoli. Y eso lo mantuvo a lo largo de toda su existencia.

 

Pero sigamos hablando del joven Howard. Ya sabéis que no tenía muchos amigos, pero debemos intuir que él sí quería relacionarse. No en vano, puso a funcionar su fantasía, y cuando tenía 13 años, en el año 1903, organiza una especie de gabinete de detectives, que se llamaban los detectives privados de Providence, que eso sí consigue hacerle ciertamente popular en el barrio. Hablan de él. Pero pronto se cansa, pronto se cansa y se dedica de nuevo a la lectura, se vuelve a encerrar en su vieja biblioteca. El, como os he dicho, era ateo. Y decía algo curioso, bueno, hay que decir que H. P. Lovecraft tenía un alto concepto de sí mismo. Siempre hablaba de él en tercera persona y decía muchas veces “Howard lee los cuentos de hadas”, “Howard lee los cuentos de las mil y una noches”, y le parecen tan sinceros y tan certeros como la Biblia, da el mismo valor a los Cuentos de Hadas que a la Biblia. Aunque era ateo, todos sus exégetas están convencidos de que él estaba ansiando creer, quería creer, pero algo le paralizaba, o le imposibilitaba esa creencia. Por eso, posiblemente, creó su propia religión. Y esa religión estaba en el viejo reino de Cthulhu.

 

A los 15 años escribió su primer relato, “El monstruo de la cueva”, la bestia de la cueva, era el año 1905, pero todavía ni siquiera se había planteado la posibilidad de vivir de ello, pero la pluma empezaba a escribir. Y Edgar Allan Poe empezaba a acompañarle, leía hasta la extenuación, era un profundo admirador de Poe. Pero también de los grandes autores de la literatura gótica, también siempre firmemente fijado en el siglo XVIII, como ya os he dicho era su siglo favorito. Pero el siglo XX estaba ahí, el siglo XX se movía, el siglo XX era el desarrollo, era el avance, y el estaba francamente horrorizado, todo lo que estaba ocurriendo le superaba, “¿por qué no volver atrás?, ¿por qué no recuperar la esencia?, ¿por qué Dios mío no volver a ser británicos!?”.

 

Se entregó por completo al estudio de su tierra, aunque en principio él era un gran narrador fantástico, dicen también sus críticos, que poco a poco fue convirtiéndose en un escritor realista, muy realista. Esto cuando lo dijeron los críticos, los otros críticos los que se aferraban a la hipótesis fantasiosa decían que no era posible, pero los realistas decían que sí, que nadie como él había contado las raíces de su tierra de Nueva Inglaterra, de hecho era un buen historiador de Nueva Inglaterra, un buen economista de Nueva Inglaterra, lo sabía todo sobre Nueva Inglaterra, y siempre Providence al fondo, el escenario natural. Odiaba la luz como os he dicho, pero por la noche se revitalizaba, se recuperaba como los vampiros, y por la noche escribía, leía, paseaba, esperaba que la Humanidad se durmiera, esperaba a que los humanos se escondieran en sus guaridas para salir a pasear, y entonces le acompañaba la noche, y entonces se acercaba a los cementerios, y entonces pululaba por los mismos, y aunque parecía esto dar a entender que tenía un carácter extraño, no lo era ni mucho menos. Podemos encontrar que incluso era educado, exquisito, con un alto concepto de lo que tenía que ser una familia bien. Sólo salvaba de la Humanidad a las familias bien, las familias que por supuesto habían recibido una formación aristocrática, educación a la inglesa. Era un profundo admirador de la raza nórdica y esto le marcaría en un futuro, porque H. P. Lovecraft, y esto hay que decirlo, simpatizó con los movimientos fascistas. Sería en el final de su vida, aunque él era un profundo y convencido pacifista, pero desconfiaba del género humano. El pensaba que el ser humano vivía y necesitaba el conflicto permanente, que la guerra era innata al ser humano, y que siempre nos acompañaría, y que por eso acabaríamos como especie.

H.P. Lovecraft, 1917, con 27 años publica su gran relato Dagon, su primer gran relato. Ya os he dicho que él nunca publicó un libro, pero si muchísimos relatos estupendos, entrevistas del género, claro. Imaginad a un Lovecraft de hoy en día, publicando en Más Allá, en Enigmas, el Año 0, y ese fue su primer relato, pero llegarían otros, ya lo creo. Los años 20 iban a ser estupendos, un año terrible para él, el 21. Este año, apenas había cumplido los 31 años, muere su madre, Sara Susan Phillips, y esto hace entrar a Howard en una profunda depresión. Hay quien dice que pensó en el suicidio, pero también hay quien dice que su forma de gozar estéticamente de la vida impidió ese suicidio, ¿cómo gozaba? gozaba con la Arquitectura, hombre, preferiblemente arquitectura antigua, gozaba con las formas insospechadas que adquirían las nubes, gozaba con la madrugada, con la noche, y gozaba sobretodo imaginando, eso le evitó pensar en causas tremendas.

Libro Dagon

Murió su madre y también disminuyó el presupuesto familiar. H. P. Lovecraft estaba arruinado, poco tenía, pero sí tenía mucho que dar a la Literatura. Por eso se decidió por la Literatura, quería vivir la Literatura, era lo único que le movía, su único afán profesional. Así, se convirtió en corrector de estilo, se convirtió en crítico, sobretodo se convirtió en el gran escritor que todos conocemos. Y empezaron a llegar los relatos, Weird Tales, la revista que acogió esos relatos, y lo más sorprendente aunque pasó desapercibido para el gran público, claro, como todos los genios, si que hubo un pequeño grupúsculo que se empezó a gestar, lo que se llamaría posteriormente “El Círculo Lovecraft”. Un grupo de jóvenes, de adolescentes, de escritores noveles, que empezaron a fijarse en su obra, en esa obra que llegaba en esas revistas casi casi restringidas al gran público, y empezaron a enviarle cartas, y sorprendentemente empezó a contestarlas. Muchos le escribían, y el contestaba a todos, y en esas cartas se podía atisbar su inteligencia, un tipo resuelto, eficaz, muy muy muy culto, profundamente culto, incluso dicen de él que con gran sentido del humor. Muchas veces él terminaba su epístola con la firma “El Sumo Sacerdote”, otras veces Ech-Pi-El, que sería más o menos la transcripción fonética del inglés, de H.P. Lovecraft, el Sumo Sacerdote. Posiblemente ya había gestado una religión, su propia religión, y estaba empezando a encontrar sus primeros discípulos, los que conformarían el Círculo Lovecraft. Incluso empezó a cambiarles el nombre. Le enviaban la carta, se daban a conocer, y él cuando se la devolvía les había puesto nombre, les había bautizado, un hombre siempre espectacular, con reminiscencias del pasado o reminiscencias atribuidas a sus viejos mitos.

 

Y se empezó a gestar la leyenda, se empezó a crear la leyenda en torno a Howard Phillips Lovecraft. En los años 20 llegaron sus mejores relatos, aquellos que se agruparon bajo La llamada de Cthulhu, un viejo reino dominado por dioses prehistóricos, que movían a los seres humanos a su voluntad. Una de sus grandes obras, El Ceremonial, del año 1923. Aquí ya tenemos referencias de Nueva Inglaterra, referencias a Providence, porque todo giraba en torno a Providence. Y en el año 24, en el año 1924, parece imposible pero llega el amor para Howard. También hubo amor para Howard. Tenía 34 años. Y conoció no precisamente a una jovencita, no, conoció a una persona que trabajaba en la Asociación Amateur de Escritores, cuyo nombre era Sonia Greene, tenía 44 años, es decir, 10 años más que él, pero el dato era muy esperanzador, se parecía enormemente en cuanto a belleza y en cuanto a carácter a su madre, a la madre que había perdido 3 años atrás. Esto fue casi casi un matrimonio edípico verdad? un matrimonio de Edipo. Si, se casó con la señora Green, se casó con Sonia Greene y se fueron a vivir a Brooklyn, nada más y nada menos, imaginaos la situación, Howard viajando, esto es tremendo. Viajó a Brooklyn, pero aquí hay un dato a tener en cuenta, tenía también sus terrores internos y lo que más horrorizaba a Howard no era comer carne, no, era el sexo. Le tenía un miedo atroz a la práctica del sexo. No soportaba hacer el amor. Claro, Sonia Greene tampoco estaba para perder el tiempo y dos años después se separaron. Ella dijo que por situación económica. Es verdad que su situación económica nunca fue boyante, siempre estuvo más a las duras que a las maduras. Pero claro, sabiendo lo del sexo…es que hubo de todo, claro. En 1926 se separaron y en 1929 ella pidió definitivamente el divorcio.

 

Pero a todo esto, su potencial imaginativo seguía in crescendo. Él desde luego regresó a Providence. Allí pasaría ya sus últimos años. Siguió escribiendo. ¡Qué relatos tan fantásticos los de Lovecraft!, Los gatos de Ulthar, El color que cae del cielo, La llamada de la montaña, en fin que hay relatos que mejor leer. Continuó y llegaron esas manías fascistoides. En una ocasión se le vio pasear por Nueva York, en uno de sus pocos viajes a Nueva York, iba casi casi agarrotado, caminando por el centro de la calzada, estaba aterrorizado ante la visión de unos inmigrantes italianos. Dicen que muchas creaciones suyas, creaciones monstruosas, claro, se basaron en la visión de aquellos inmigrantes. Pensaba que eran zarrapastrosos, que ni siquiera hablaban el inglés, que estaban llenos de vidas, mal vestidos, y que eran el fin, casi el fin, el principio del fin de la especie humana. Howard, lleno de fantasmas, lleno de miedos.

 

Y llegó el año 37, en marzo de 1937, víctima de un cáncer intestinal, complicado con una infección renal, llegaba su hora y murió. Murió sin decir palabra, angustiado, pero siempre por dentro. Por fuera era otra cosa. Y llegaron sus seguidores, que eran legión por entonces, y empezaron a crear una leyenda en torno a él. Y empezaron a hablar de aquel que paseaba por los cementerios, aquel que transitaba por las tumbas, y empezaron a incrementar la leyenda de Cthulhu, la leyenda de los Mitos, y crearon editoriales, Arkham House, un ejemplo, una de las ciudades de Cthulhu. Bueno, pues todo eso fue in crescendo, y hoy en día Lovecraft, idealizado al máximo, todos yo creo que creen de alguna manera en él, de tal guisa, que os voy a contar una historia que posiblemente os va a llamar la atención y es que todavía muchos siguen creyendo que el Necronomicon es un libro auténtico, un libro verdadero y no es nada más que una creación suya. El firmaba con un pseudónimo también, utilizaba muchos pero uno de ellos era Abdul Alhazred. En principio debía ser el autor, un árabe imaginario, el autor del Necronomicon. Este libro hubiese sido escrito en el año 738, en el siglo VIII y editado en 1647, en España. El Necronomicon era el libro maldito, la enciclopedia del mal, donde se albergaban todos los conocimientos negros de la Humanidad. Este Necronomicon aparecía con mucha frecuencia en sus relatos, y aparecía con tal insistencia, con tal complejidad de datos, tanta bibliografía, que la gente empezó a pensar que el Necronomicon era un libro auténtico, un libro verdadero. Incluso llegaron a aparecer ediciones del Necronomicon.

Todos pensaban que el libro estaba circulando, que era simplemente que Lovecraft nunca quiso dar a conocer ese libro, que él era poseedor de los secretos, él era un gran aficionado tanto a la astronomía, como a las ciencias ocultas, además de la literatura gótica, claro está, pero todos o muchos pensaban que el Necronomicon existía. Incluso hubo anuncios en los periódicos de la época anunciando la existencia del libro y que lo podían en tal o cual librería, tal o cual biblioteca. Muchos seguidores suyos incluso llegaron a bromear en bibliotecas poniendo las fichas, insertando en ficheros de Universidad la existencia del libro. Y hoy en día muchos parapsicólogos, o presuntos parapsicólogos dicen que han leído el Necronomicon, que han accedido a el, que poseen el secreto. Nada más lejos de la realidad, la única realidad es la que impuso H. P. Lovecraft. Pero fijáos la fuerza del mito, la fuerza de la leyenda, cuántas veces habremos escuchado hablar acerca del Necronomicon, y de los secretos que albergaba, los que nos entregó Abdul Alhazred, pues falso, o no, porque si Lovecraft levantara la cabeza, sin duda alguna, deberíamos cuestionarnos la existencia del Necronomicon otra vez, que si levantara la cabeza es porque a lo mejor existe.

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